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Tatuana

  • Néstor Ganduglia
  • 30 mar 2014
  • 2 Min. de lectura

De todos los espantos femeninos del universo mágico de América Latina, las que más duramente han enfrentado el orden masculino y desatado sin tapujos los misterios de su naturaleza, son las brujas. En la Antigua Guatemala se habla todavía de una vieja viuda muy pobre del barrio del Calvario, a la que llaman Tatuana. Cierta vez, se cuenta, la vieja fue al almacén a pedir pan fiado, y cuando la almacenera se lo negó, Tatuana le dijo que ella sabía que su marido la había abandonado, y que podía hacer que volviera. Le dio una tirita de cuero, y le indicó que llamara al marido por su nombre tres veces, golpeando la almohada con ella. Convencida, la almacenera le fió el pan, y esa misma noche hizo lo que la vieja le recomendó. Al tercer golpecito, efectivamente, el marido volvió a yacer en su cama. Cuentan que pocos días después, la vieja Tatuana volvió al almacén para pagar el pan fiado y pedir que le devolviera su cuerito, que había otra que andaba precisando de sus servicios. La almacenera quiso negarse, pero también temía a la vieja y su poder, así que se lo devolvió. Esa misma noche, el marido de la almacenera se fue de casa, esta vez para siempre. Y la almacenera, repleta de odio, denunció a Tatuana por bruja. Y fue en una celda apestosa donde esperaba su condena segura, que pasó lo más difícil de explicar: frente a las mismas narices de los carceleros, la vieja viuda dibujó pacientemente un paisaje y un barco, dijo algunas palabras que nadie entendió y, tras dejar apenas un intenso olor a azufre, subió al bote para irse navegando hasta perderse en el horizonte de su propio dibujo.

Tomado de “País de magias escondidas”, tomo 1

 
 
 

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