Nuestras brujas
- Néstor Ganduglia
- 26 abr 2014
- 1 Min. de lectura
Calman males, a veces terribles y desconcertantes para los doctores eminentes, apenas con una caricia o unas palabras mágicas. Con una mirada o una sonrisa enigmática, son capaces de conmover, seducir, convencer, e incluso hacer que un hombre entregue hasta la vida misma si hace falta. Conocen extrañas recetas que hacen de sus ollas laboratorios tan temibles como irresistibles. Saben como nadie de los misterios del parto, aún cuando no hayan aprendido jamás. A veces se transforman inexplicablemente en segundos, adquieren mirada de águila para encontrar lo que siempre perdemos, transmutan en zorras con una picardía e ingenio que asustan, se vuelven leonas cuando tienen que defender a sus cachorros y a menudo sorprenden por su fuerza, deseo y rebeldía escondida bajo la apariencia de corderitos. Conocen como nadie los hechizos de la desnudez, y saben apaciguar la peor furia con un sencillo ademán o un gesto aparentemente insignificante. Pueden ser hermosas o terribles, y lo que es peor: ambas cosas a la vez. Usted estará pensando en brujas. Yo estoy pensando en todas las mujeres.
Tomado de “Historias mágicas del Uruguay Interior”
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