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La última mujer ona

A menudo las leyendas populares dan cuenta de memorias ancianas que guardan antiguos órdenes diferentes y, por tanto, preservan la posibilidad de liberación. Hasta no hace mucho, cuando la última mujer ona murió de pobre en el sur argentino sin que nadie se ocupara de darle una existencia digna, las tradiciones orales onas recordaban el tiempo en que las mujeres cazaban y pescaban y reservaban para los hombres los oficios de la casa y las tareas más penosas. Así fueron las cosas, dicen, hasta que los hombres decidieron librarse del yugo y asesinaron a todas las mujeres, excepto las niñas que aún no habían aprendido su lugar original en la comunidad. Desde entonces, los hombres adquirieron los roles que antes envidiaban, y aprendieron también a dominar por la fuerza bruta. Sin esa memoria colectiva, las mujeres estarían como aquellas niñas, que aceptaron sin más su lugar esclavo. Sólo la memoria deja los caminos abiertos, y abierta por ende la posibilidad de cambiar. Quien crea que “tradición” es lo contrario de “cambio”, es porque no se ha detenido demasiado a escuchar a la gente.

Tomado de “Historias mágicas del Uruguay Interior”

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