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¡Aquí, los búrburas!

  • Néstor Ganduglia
  • 31 may 2014
  • 1 Min. de lectura

La característica de las brujas de encarnar tozudamente la condición femenina más reprimida y temida del conjunto de las mujeres, habitualmente sometidas, se fue transformando casi en una forma femenina de resistencia y enfrentamiento a la opresión. Prueba de ello es la alianza, bastante común, entre las brujas y los pueblos indígenas.

De hecho, aún se recuerda en Santander a Leonelda Hernández y las cinco brujas mestizas de Burgama que, según Ocampo, dedicaban sus esfuerzos a “sanar a los endemoniados, curar a los enfermos, apaciguar a los violentos, ayudar a los enamorados y a los celosos”. Tras ser apresada por la Santa Inquisición, los búrburas se rebelaron y tendieron una emboscada a los escoltas cuando ya la tenían con la soga al cuello en el Alto del Hatillo, frente a Ocaña. El ahorcado pasó a ser el capitán español, adornado por sus acuchillados soldados. Desde entonces, el Alto del Hatillo se conoce como “Alto de la Horca”, y el grito de “¡Aquí, los Búrburas! con que Leonelda azuzó a sus amigos nativos mientras tomaba del cuello a su propio verdugo, pasó a ser grito de guerra del pueblo búrbura y testimonio de la extraña alianza.

Tomado de “Historias mágicas del Uruguay Interior”

 
 
 

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